Por María Victoria Hernández Pérez, Cronista Oficial de Los Llanos de Aridane, Académica Correspondiente de la RACBA por La Palma
A lo largo de la historia insular, el matrimonio ha unido a mujeres célebres que
sin haber nacido en La Palma conocieron la isla de la mano de sus respectivos maridos.
Ello propició que muchas de ellas viviesen un encuentro con el sentimiento de la
diáspora de esta nueva tierra de adopción, tropezando de bruces y por sorpresa con el
latir de la cultura canaria. Una de esas mujeres fue la conocida escritora romántica
Gertrudis Gómez de Avellaneda (Cuba, 1814 - Madrid, 1871), quien en 1855 contrae
matrimonio con el diputado a Cortes por La Palma y coronel de artillería Domingo
Verdugo y Massieu (Santa Cruz de Tenerife, 1819 - Pinar del Río, Cuba, 1863).
La familia Verdugo y Massieu mantuvo durante generaciones una relación
directa con La Palma y especialmente con Los Llanos de Aridane. Aún hoy, la
toponimia local recuerda el apellido Verdugo en una de las zonas plataneras más
destacadas, conocida por Hoyo de Verdugo. Efectivamente, en la costa aridanense
Domingo Verdugo Bartlett, sobrino de Verdugo y Massieu, sostuvo en 1933 un sonado
litigio en «reivindicación de ciertos terrenos en Puerto de Naos» contra Domingo
Capote y once vecinos más de Los Llanos de Aridane. Otro ejemplo de la relación
directa de la familia Verdugo con la ciudad aridanense lo tenemos en los dibujos del
militar tinerfeño Felipe Verdugo Bartlett (1860-1895), aficionado a las bellas artes
(pintura, dibujo y música), con el álbum satírico, fechado en Los Llanos de Aridane en
el mes de octubre de 1886, titulado Los Macacafunes, al que ha dedicado un jugoso
estudio la profesora María de los Reyes Hernández Socorro.
Como queda dicho, Gertrudis Gómez de Avellaneda contrajo su segundo
matrimonio en Madrid el 25 de abril de 1855 con el tinerfeño de ascendencia palmera
Domingo Verdugo, nacido el 2 de agosto de 1819, hijo de Juan Nepomuceno Verdugo
Da Pelo (1781- ? ) y María del Pino Antonia Josefa Rafaela Massieu y Massieu (1785-
1837), casados el 25 de junio de 1812 en Teror (Gran Canaria). Fue un eminente
miembro de la familia y tío del contrayente, el obispo de Canarias Manuel Verdugo
Albiturría (1749-1816), quien ofició en la villa mariana el matrimonio Verdugo -
Massieu.
El militar y diputado por La Palma Domingo Verdugo y Massieu.
Perteneció Domingo Verdugo y Massieu a una familia de viejo abolengo de
Canarias, destacando muchos de sus miembros en el arte y la literatura, así como en la
vida castrense y religiosa. Sus hermanos Federico (1828-1901), Pedro y Santiago fueron
destacados militares y el último, además, diputado a Cortes por el distrito de La Palma y
Alcalde de Garafía. El primero fue académico de número de Real Academia Canaria de
Bellas Artes San Miguel Arcángel por nombramiento de 16 de noviembre de 1861~ 2 ~
(véase su ficha y documentación localizándolo entre los Academicos de Número) y fue
padre además del conocido escritor y poeta Manuel Verdugo y Bartlett (1877-1951) y
del mencionado pintor Felipe Verdugo Bartlett.
Domingo Verdugo y Massieu fue diputado a Cortes por la isla de La Palma en
las legislaturas 1853-1854 y 1857-1858, y por Albacete en las de 1858-1860, 1860-1861
y 1861-1862. Fue gentilhombre de cámara de la Reina Isabel II y Ayudante de Campo
del rey consorte, caballero comendador de las órdenes de Isabel la Católica, de Carlos
III y de San Hermenegildo, condecorado con la cruz de San Fernando. Una faceta
desconocida de Verdugo y Massieu fue su interés por el arte y particularmente por la
poesía y la pintura. Ingresa en la Academia Provincial de Bellas Artes de Santa Cruz de
Tenerife (hoy Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel) en calidad
de Académico Honorario, por nombramiento de 21 octubre de 1851, y en 1852 figura
como secretario de la Diputación Provincial y de la Junta de Comercio. Al año siguiente
consta que era presidente de la privada Sociedad de Bellas Artes de Santa Cruz de
Tenerife, y encargado a la exposición de «objetos artísticos» de la Exposición de Artes e
Industria de la Sociedad Literaria de Las Palmas, y fomenta «poner en contacto a los
artistas de esta Provincia». Como artista, Verdugo remitió a esta muestra, entre otras,
dos acuarelas de paisaje hechas «con facilidad».
El 27 de marzo de 1853, Domingo Verdugo publica una Oda dedicada al drago de
La Orotava en el periódico tinerfeño El eco del comercio. Para el rotativo, al drago
«faltábale un poeta que le cantase, y el Sr. Domingo Verdugo acaba de pagarle este
tributo en la magnífica oda que hoy presentamos a nuestros lectores. Este Señor no sólo
ha querido celebrar las glorias del drago de la Orotava, sino que, entusiasta por todo lo
que puede realzar el renombre de las Canarias, ha remitido, hace algún tiempo, un gajo
del citado drago con un dibujo que le representa aún entero al Museo nacional de
Artillería en Madrid. Hoy pues completa su obra ensalzando en bellísimos versos el más
antiguo monumento de la fuerza vegetativa de este Archipiélago».
Este legendario drago fue pasto de un huracán y los últimos versos de la Oda de
Verdugo decían:
«Salve anciano! Perdona mi saludo;
Perdona mi entusiasmo, mi locura;
Y á mi débil mezquina fantasía:
Que si es mi acento indigno de tu gloria,
Otro digno tendrás, el de la historia».
Su hermano Federico fue director del Museo de Artillería de Madrid, así que no
es de extrañar la remisión de las muestras del drago a esta institución. Federico Verdugo
fue un gran amante de la flora; tanto es así, que a sus estudios se debe el descubrimiento
y calificación de un árbol filipino de propiedades especiales que lleva por nombre
Xanthostemon verdugonianum en su memoria.
El mismo periódico volvía a recoger trabajos poéticos de Verdugo el 8 de abril
de 1853; se trata en este caso de A la memoria de mi querido amigo D. José Rafael
Aguirre, con la antesala de José Zorrilla sobre la muerte.
En 1852 Domingo Verdugo se encontraba en Tenerife preparándose para dar su
salto a la política nacional. El 27 de noviembre de 1852, en las crónicas de «Puerto ~ 3 ~
Franco», el Noticioso de Canarias recogía la arribada del vapor español Riansares
procedente de Marsella, Valencia, Málaga y Cádiz. El rotativo relaciona la carga
particular que desembarcó y, entre otras, a Domingo Verdugo se le hizo entrega de una
«caja con un sombrero de tres picos».
Las elecciones se celebraron, y el 9 de abril de 1853 El Porvenir de Canarias
(Las Palmas de Gran Canaria) publicaba un corto que anunciaba: «Aún no se sabe el
resultado de las elecciones de Sta. Cruz de La Palma, sin embargo las probabilidades
todas están según se nos asegura a favor de D. Domingo Verdugo que era el candidato
moderado». Tiempo después, en la sección local de la prensa, se comunicaba: «El Sr. D.
Domingo Verdugo y Massieu Diputado a Cortes por el Distrito de La Palma, se
embarcó el 17 del actual [abril] en el vapor español Guadalquivir, con el objeto de pasar
a la Corte».
Su vida política está llena de intervenciones tendentes a lograr «mejoras
materiales» para las Islas. En 1854 la prensa daba cuenta de que «El incansable coronel
D. Domingo Verdugo, no ha podido olvidarse de su isla predilecta, de la isla de La
Palma. Ha hecho gestiones en las oficinas del Gobierno supremo y ha conseguido se
comunique órdenes» para el establecimiento semanal de correo con La Palma. También
entra Verdugo a instar al Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma en la continuación
de las obras del puerto palmero, paralizadas por la falta de 30.000 reales, y propone la
apertura de una suscripción a la que ofrece aportar 2.000 reales, al igual que su hermano
Santiago. La Palma estuvo presente en toda su vida y, tanto es así, que lleva a error a la
prensa. El periódico tinerfeño El fénix de 18 de diciembre de 1864, por ejemplo, refería
que Domingo Verdugo había nacido «en La Palma en este archipiélago» o que «El
dolor de la familia de ese apresiabilísimo [sic] hijo de La Palma es muy profundo» (la
cursiva es nuestra).
En los meses de febrero, marzo y abril de 1853 se representan en los teatros
canarios las conocidas obras de la Avellaneda El donativo del diablo (1852) y La hija
de las flores (1853). De la primera obra el Noticioso de Canarias informa: «Cuarta
función de abono, para mañana domingo: Se pondrá en escena el drama nuevo de 3
actos, de la Excma. Sra. Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, representado en Madrid
con brillante éxito, título El Donativo del diablo». De seguro que el inquieto Domingo
asistió en el entonces pequeño núcleo urbano de Santa Cruz (en 1859 contaba todo el
municipio con unas 1797 casas, 337 altas y 1440 bajas) a la representación de estas
obras escritas por la mujer que unos años después sería su esposa.
La escritora hispano-cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda.
“La Avellaneda” (doña Gertrudis Gómez de Avellaneda: Cuba, 1814 - Madrid,
1871) hunde sus mismas raíces familiares en Canarias mucho antes de su vínculo con
Verdugo, pues según afirma el periódico El eco del comercio (Santa Cruz de Tenerife)
en su edición de 19 de marzo de 1856, desciende «aquella notable poetisa de una
antigua familia de Lanzarote que se traslada a América». Esta ascendencia canaria debe
proceder de su madre, Francisca de Arteaga y Bethencourt. La emigración como
fenómeno de ida y de vuelta estará así presente en los dos protagonistas de esta historia.~ 4 ~
Los biógrafos de Gertrudis Gómez de Avellaneda, conocida por Tula entre
amigos y familiares, nos descubren a una mujer de amores muy profundos, sangrantes y
apasionados y sin miramientos de los decires pueblerinos. Su entorno familiar tampoco
le fue favorable; se cuenta, por ejemplo, que su padrastro «la acusaba de atea por leer a
Rousseau y señorita sabihonda». Entre esos amores profundos y dolorosos se encuentra
Ignacio de Cepeda y Alcalde (1816-1906). A este gran amor le dedica poemas y cartas
apasionadas, mientras Cepeda le mostraba una marcada «indeferencia amorosa».
De Cuba emigra a España con tan sólo 22 años. Se establece en La Coruña y en
Sevilla. En la capital andaluza comienza una serie de publicaciones firmadas con el
seudónimo La Peregrina, por el que se hizo famosa. En 1840 Gómez de Avellaneda se
encontraba en Madrid. Aquí empieza a relacionarse con el mundo de la cultura y las
artes. Entre sus seguidores y amistades literarias se encuentran el laureado Manuel
Quintana (1772-1857) —a quien Isabel II coronó como poeta insigne en 1855, acto en
que Avellaneda leyó una oda—, José Espronceda (1808-1842), Juan Nicasio Gallego
(1777-1857) y otros que se convirtieron en sus protectores y amigos. Se dice que ante la
marcada personalidad de la poeta, Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873)
pronunció el comentario «—¡Es mucho hombre esta mujer!», un auténtico piropo en
aquellos años, a pesar de su sesgo machista.
En el Liceo Artístico de Madrid leía sus poemas con gran éxito, la prensa se
ocupaba de su trabajo literario y de sus obras de teatro. En 1844 conoce al poeta
sevillano Gabriel García Tassara (1817-1875) y, fruto de una pasión desbordada, queda
embaraza, pasando a engrosar el elenco —con tacha— de madres solteras de mediados
del diecinueve. En 1845 nace su hija María, que ella llama Brenhilde, quien fallece a los
seis meses. De nuevo, dolor y desesperación se apoderan de la vida de la escritora. Pese
a los ruegos de la joven, el padre de la niña se niega a conocerla, aún a sabiendas de que
se llegaba su final.
Aún con toda esta vida cargada de sinsabores, la pluma de Tula no cesaba de
escribir poesía y novelas. Entre sus obras más conocidas merecen citarse Sab (1841) —
la primera obra conocida antiesclavista y escrita por una cubana, que debió saber de
buena tinta sus consecuencias sociales—, Dos mujeres (1842-1843), Espatolino (1844)
y Guatimozín (1845). Tula también abarcó artículos sobre costumbres y leyendas: La
dama de gran tono (1843) y La baronesa de Joux (1844). En 1844 estrena dos dramas:
Alfonso Munio y El príncipe de Viana; dos años después, Egilona. Son años de triunfo
literario. Entre los años 1849 y 1853 pone sobre los escenarios españoles siete obras
dramáticas: Saúl (1849), Flavio Recadero (1851), La verdad vence apariencias (1852),
Errores del corazón (1852), El donativo del diablo (1852), La hija de las flores (1852)
y La aventurera (1853). En este último año sus amigos y admiradores la proponen para
ocupar un sillón en la Real Academia Española, pero las puertas se le cierran no por su
valía literaria sino por su condición de mujer, convirtiéndose en la primera de la historia
española propuesta para ser académica (habrá que esperar hasta 1978 para ver efectivo
el ingreso de Carmen Conde). En 1864 Gertrudis responde ante esta fragante
discriminación de la manera más elegante que uno pudiera imaginarse, pues dona a la
institución, por disposición testamentaria, la propiedad de su obra literaria, dejando
constancia de que lo hace en testimonio de aprecio, y ruega a los académicos
disculpasen las «ligerezas» en que pudo incurrir cuando se negaron a admitir «a ningún
individuo de mi sexo».~ 5 ~
En 1854 contrae matrimonio con Pedro Sabater, gobernador civil de Madrid,
pero de nuevo la mala fortuna le arrebató tres meses después de la boda a su marido.
Gertrudis cae en el desasosiego e ingresa durante unos meses en un convento de
Burdeos, retirada de toda actividad literaria. Aquí toma fuerzas y regresa nuevamente a
Madrid donde es recibida triunfalmente.
El matrimonio Verdugo Massieu – Gómez de Avellaneda.
Como ya decíamos, Gertrudis y Domingo contrajeron matrimonio en 1855, y la
prensa de Canarias daba la noticia en la sección «Literatos que se casan»: «y la célebre
poetisa Avellaneda [casa] con un oficial de Artillería, dicen que paisano nuestro». Sin
lugar a dudas, la vida artística de Domingo como poeta y pintor y sus iniciativas e
inquietudes políticas relacionadas con Canarias y en especial con La Palma debieron ser
compartidas con su esposa. El matrimonio del canario y la poeta cubana aumentó las
simpatías de los insulares, según refleja el siguiente comentario del El eco del comercio
(19 de marzo de 1856):
«Conservamos un recuerdo durante nuestra permanencia en Madrid, de la célebre poetisa
española la Excma. Sra. Dª Gertrudis Gómez de Avellaneda de Verdugo. Es la
incomparable poesía que leyó la autora en la sección pública del Liceo de la Corte en
aquella época, ¡rasgo sublime de su gran genio!, y por cuya producción mereció el más
alto homenaje de admiración por tan distinguidos poetas y literatos, como los Sres.
Duques de Rivas y Martínez de la Rosa. El descender aquella notable poetisa de una
antigua familia de Lanzarote que se trasladó a América y hallarse hoy enlazada con un
hijo del País, hace más interesante dicha composición, tal vez inédita en estas Islas, de
una conocida Sra. que tan simpática ha sido para todos los Canarios, en Madrid».
[Seguidamente se publica el poema La Cruz (1849)].
Gertrudis Gómez de Avellaneda conoce a Domingo Verdugo mientras éste ejercía
su carrera política como diputado en las Cortes del Reino por la isla de La Palma; la
misma prensa insular nos descubre su proximidad afectiva a Canarias y a los canarios.
Estando ya casada con Domingo Verdugo, estrena Simpatías y antipatías (1855), La
hija del rey René (1855), Oráculo y Talía o los duendes de palacio (1855), Los tres
amores (1858) y Baltasar (1858), según sus biógrafos, una de las mejores obras
dramáticas de la Avellaneda.
Atentado criminal contra Verdugo y su traslado y final en Cuba.
En 1858 la noticia de un «atentado» a Domingo Verdugo ocupaba grandes
titulares en la prensa de España. El 15 de abril se dice:
«Todo Madrid, todos los periódicos se presentan hoy preocupados con el crimen cometido
ayer en esta Corte […] A las dos menos cuarto de la tarde de ayer, D. Domingo Verdugo,
diputado a Cortes por Canarias, coronel de caballería, ayudante que fue de ordenes de
S.M. el Rey persona que figuró al lado del general O’Donell en el movimiento de
Vicálvaro y esposo de la distinguida poetisa Dª Gertrudis Gómez de Avellaneda, se
dirigía a la redacción de la Monarquía Española situada en la calle del Carmen. […] Un
hombre bien portado que le había seguido hasta allí […] acometió al Sr. Verdugo y e hizo
dos heridas con un estoque triangular de bastón».~ 6 ~
Ante los gritos de auxilio de la víctima, el agresor huyó por la calle de la Salud y
de la Abada, al que finalmente dieron alcance agentes de la guardia civil. El imputado
resultó ser Antonio Rivera, quien había servido como subteniente y fue destituido por
ser responsable de lesiones a otro ciudadano. Durante la representación de Los tres
amores ocurrió el lamentable suceso. En el momento en que un actor emitía la frase
«Aquí hay gato encerrado», alguien soltó a la escena un gato que produjo «la hilaridad
generalizada y la completa derrota de la obra». Domingo Verdugo sospechó que el autor
de este hecho fuera también su agresor. Los siguientes fueron días de incertidumbre.
Todo el país estaba pendiente de su recuperación. Tras una larga convalecencia,
sobrevivió a las dos profundas heridas, que, no obstante, habrían de condicionar el resto
de su existencia.
Los facultativos aconsejaron el traslado del ilustre militar a tierras más cálidas y
así llegó la hora de la vuelta de la poeta a su tierra natal y la emigración del coronel
canario a Cuba. El eco del comercio informa el 1 de noviembre de 1859: «El nuevo
capitán general de Cuba señor general Serrano, lleva á sus órdenes al coronel Verdugo,
a quien acompaña su señora la célebre poetisa doña Gertrudis Gómez de Avellaneda».
La escritora es recibida en su tierra natal con entusiasmo. El famoso periódico cubano
Diario de la Marina publica uno de sus más conocidos versos, Saludo a Cuba, que
reproduce la prensa de Canarias, como El eco del comercio (18 de marzo de 1860):
«¡Perla del mar ¡Cuba hermosa!
después de ausencia tan larga
que por más de cuatro lustros
conté sus horas infaustas».
Mientras, Gertrudis continuaba desarrollando en Cuba su vida literaria y
Domingo Verdugo desempeñando el cargo de teniente gobernador político y militar de
Cárdenas. En este lugar llevó a cabo una gran labor fundando un hospital de caridad y
erigiendo un monumento a Cristóbal Colón (la Real Academia Española de la Historia
guarda documentación remitida por Verdugo sobre este acto). Con el mismo empleo es
destinado a Pinar del Río, donde fallece el 28 de octubre de 1863.
Años finales de doña Gertrudis, viuda de Verdugo.
La Avellaneda da fe de su especial reconocimiento a la tierra de su marido en uno
de sus testamentos:
«Lego, en el caso de que ocurra mi muerte en la isla de Cuba, quinientos duros al Hospital
de Caridad de Cárdenas, fundado por mi marido Verdugo. […] Lego a los hermanos de
mi marido, Don Domingo Verdugo, que me sobrevivan, todos los bienes que dicho mi
esposo posee en las Islas Canarias, así como los procedentes de su herencia paterna y
materna como los adquiridos por él. […] Al hermano mayor de Verdugo la rica bandeja y
costosa escribanía de plata regalada al difunto por la Villa de Cárdenas, que no se deshaga
de ella y quede en familia por herencia».
La prensa palmera, concretamente El Time, continúa informando acerca de los
pasos de la escritora, ya viuda de Verdugo; el 25 de septiembre de 1864, en la sección
«Noticias», notifica: «Ha llegado a Madrid la señora doña Gertrudis Gómez de
Avellaneda de Verdugo».~ 7 ~
El amor que profesó a su marido lo expande la Avellaneda en su poema A vista del
Niágara, en memoria de un proyectado viaje a las famosas cataratas que jamás llegaron
a realizar juntos:
«¿Por qué no calma mi amargura extrema
tan grandioso espectáculo?... El sol mismo,
ciñéndole del iris la diadema,
reviste magníficos cambiantes
el inmenso raudal que huye al abismo
derrumbándose en ondas de diamantes».
Por expreso deseo de Tula, su cuerpo descansa en un panteón del cementerio de
San Fernando de Sevilla, ciudad donde muere en 1871; también por su disposición,
junto a ella, reposa su esposo Domingo Verdugo, para lo que la escritora dejó dispuesto
el coste del traslado de sus restos mortales desde Cuba hasta la capital andaluza.
Hemerotecas Consultadas
Hemeroteca Digital Jable, Universidad de Las Palmas
Hemeroteca Nacional (Digital), Madrid
Hemeroteca Digital ABC
Hemeroteca Digital La Vanguardia
Hemeroteca de la Sociedad La Cosmológica, Santa Cruz de La Palma.
Hemeroteca de El Museo Canario, Las Palmas de Gran Canarias
Hemeroteca privada de María Victoria Hernández, Los Llanos de Aridan